martes, 10 de abril de 2007

Gemma Mengual: “Aquí no hay milagros, hay trabajo”


Sonrisas... y lágrimas. El éxito de las medallas, la alegría del triunfo, el orgullo de estas campeonas, mantiene en la trastienda un esfuerzo titánico y desconocido. Horas, muchas, de dedicación, esfuerzos, decepciones y lloros, también lloros, por un ritmo descomunal y que a cualquiera que desconozca el pequeño mundo de la natación sincronizada le puede parecer hasta inhumano.

Todo esto es lo que se esconde tras el brillo de estas seis medallas de Melbourne y, también, de todas las que España colecciona en los últimos años. Y con ella, Gemma Mengual, como abanderada y líder de la mejor generación surgida en toda la historia.
¿Pesa la responsabilidad de saberse la número uno?
No, pesar no pesa porque asumes la obligación que tienes, la entrega, el trabajo y, también, saber que de hecho este es un premio a la labor de todo un conjunto. No mío únicamente.
¿Y que sensación queda una vez aparcada la euforia?
Supersatisfactoria. Primero por ver que el trabajo da sus frutos y, también, por comprobar la repercusión que ha tenido nuestro éxito en España.
Gemma Mengual es la mejor de la historia de la sincronizada española. Y está rodeada de un equipo excepcional. Estupendo pero... ¿después vendrá la nada?
En absoluto. Aquí hay futuro, desde luego. Detrás nuestro hay una selección junior que brilló también en el Mundial del año pasado y que está también entre las mejores. Se puede y se debe mantener este nivel.
Cuando usted era junior, ¿soñaba con llegar hasta aquí?
Desde que empecé lo hice convencida de subirme algún día al podium. Siempre lo tuve claro.
¿Qué recuerdos quedan de aquella niña que empezó con nueve años en el Kallipolis?
La ilusión. Eso y el agradecimiento a mis padres, el esfuerzo mío, sí, pero también suyo, de todos. Estar ahí viéndote, acompañándote, viniéndote a buscar de noche... Eso es lo que no se ve, lo que queda en nuestra memoria.
Alguna vez pensaría en abandonar...
He tenido momentos mejores y peores. A los quince años tienes dudas, las superas pero piensas que a los veinte lo dejarás. Es muy duro pero luego va pasando el tiempo, te replanteas las cosas...
1994, ¿marca un antes y un después? Aquel año, en Moscú, logró su primera medalla europea.
Fue especial. Todas las primeras medallas que ganas, de España, Europa o Mundial, son especiales y aquella desde luego que la recuerdo de una manera increíble. Me convencí de mi misma.
En el Mundial de Australia de 1998 España fue décima en equipo y usted décima en solo. Hoy hasta se puede soñar con alcanzar a las rusas...
Rusia es otra historia. Sabes que es diferente y que puedes aspirar a acercarte a ellas el máximo posible pero hoy por hoy igualarlas está fuera del alcance.
Pero todas estas medallas son una presión añadida pensando en los Juegos del año que viene...
¡Bendita presión! En los Juegos sólo hay equipo y dúo y sabemos que nos movemos entre las mejores. En equipo estamos segundas y aunque no nos podemos relajar en absoluto, las que deben estar más asustadas son las japonesas, que fueron terceras en este Mundial. Porque está claro que China estará ahí.
Ahora vacaciones... las justas.

Toca desconectar y descansar, pero en dos semanas hay que volver.
¿Quedan retos por cumplir?
Desde luego. Si no... Ya me habría ido a mi casa.